Cuando la multitud hoy muda, resuene como océano.

Louise Michel. 1871

¿Quién eres tú, muchacha sugestiva como el misterio y salvaje como el instinto?

Soy la anarquía


Émile Armand

sábado, marzo 31

CCTV patrocina esta democracia


La cámara de seguridad dice que soy un ciudadano ejemplar;
opinión televisadamente creada, susurrada con convicción cada cuatro años,
paseo dominical sin pausas en espacios abiertos
y uso exclusivo del idioma patrio y el léxico imperial.

La cámara del banco remarca que me endeudo adecuadamente.

La cámara de la tienda me reconoce y me saluda
como buen cliente satisfecho en la insatisfacción aspiracional;
tentetieso consumidor de cesta siempre por llenar
y catálogos desechables.

A su vez, la red de monitores del centro comercial afirma
que soy un consumidor complaciente:
siempre alcanzo a lo que llego
y leo lo que me entra por los ojos.

Las cámaras me retransmiten mi vida
para que no pierda detalle.

Recuerdo que, de niño,
aquellas cámaras sólo querían arroparme
con sus cátodos y sus luces de algodón.

En las esquinas, las cámaras me ayudan a superar la soledad.
En el trabajo, me protegen de la solidaridad y del pensamiento
de mis compañeros.

Cámara Uno, Cámara Dos, Cámara Cuatro:

Sonreímos. Sabemos lo importante que es salir guapas por la tele.




Alberto García-Teresa. A pesar del muro, la hiedra
(Huerga & Fierro, 2017)

jueves, marzo 22

Pos-trabajo 1


Deconstrucción de la clase trabajadora. Evolución de nuestro desclase o  involución de nuestra clase.


En Madrid, en los años 60/70 hay constancia de vida colectiva en los barrios obreros, que era la traslación del modo de vida rural a ambientes urbanos. Los portales estaban abiertos y los vecinos se conocían; se ayudaban entre ellos superando, incluso, los conflictos personales que tuvieran (no necesitaban caerse bien). Las Asociaciones de Vecinos funcionaban apoyándose, igual que las casas de cultura o regionales. Esta forma de funcionar se trasladaba a los puestos de trabajo. Si bien, hablamos por experiencias vividas en nuestros entornos, no es de extrañar que estas mismas situaciones se produjesen en otros sitios como Barcelona, Valencia, Bilbao o Roma… En contraste hoy, bombardeados de propaganda, estas dinámicas y formas de organización han quedado en desuso y franca decadencia.
 
Hoy se dice que Amancio Ortega es un buen hombre (“nos da trabajo”) o que Mercadona es un referente de empresa donde trabajar. Se hace defensa de los empresarios por parte de los trabajadores, imbuidos en esa propaganda global, donde participar de fiestas y homenajes al empresario que te explota es la forma de agradecimiento por tener trabajo (aunque en muchos casos también es una participación obligada o “sugerida”).
 
En estos días en series de TV, Películas, etc. se muestra a las clases específicamente trabajadoras como torpes y “tontas”, mientras que las llamadas clases acomodadas (profesiones liberales) aparecen como ejemplo y referente a seguir. La percepción social del individuo se reduce a su poderío económico. Todo se basa en ganar dinero. No en vano se habla de que vivimos en una sociedad de consumo.Todo apunta a que el problema radica en que el referente humano actual para muchas personas asalariadas-explotadas es el empresario “de éxito”, mientras que en otros tiempos existía otro referente, que principalmente era el colectivo o algún grupo obrero destacable.
 
Parece que la propaganda del capitalismo a favor de la auto explotación y dejación va ganando la batalla en el imaginario colectivo. Esta propaganda se trabaja desde los medios de comunicación y todas las instituciones, comienza en el Sistema Educativo/Cultural y se mantiene a través del Judicial, Policial… a través del miedo y fomentando la sumisión, realzando la figura de los propietarios-empresarios.
 
Esta propaganda, aunque apesta, funciona.

Se fomenta un modelo individualista/egoísta de promoción personal dentro del sistema en detrimento de la defensa del colectivo, lo que antes se conocía como “conciencia de clase trabajadora”. Esto en cuanto a las clases trabajadoras, sin embargo los empresarios siguen teniendo muy clara su pertenencia a su clase social, la dominante (“Hay una guerra de clases, de acuerdo, pero es la mía, la de los ricos, la que está haciendo esa guerra, y vamos ganando” Warren Buffett)
Ya no se pretende mejorar la situación del colectivo sino emular el ejemplo neoliberal del hombre hecho a sí mismo. Un ejemplo Steve Jobs.
 
Antes podías durar años e incluso toda la vida en un centro de trabajo. Hoy, un día estás en un sitio y mañana puedes estar en otro, flexibilidad laboral beneficiosa para el empresario y perjudicial para el trabajador. Hay hasta contratos por hora, e incluso horas de trabajo sin contrato.
 
Los problemas laborales existían antes y ahora. Antes cuando había un problema laboral se enfrentaba colectivamente. Ahora se enfrenta individualmente o ni siquiera se enfrenta, se asume como normal o inevitable: por falta de formación o auto formación por parte de los trabajadores, por miedo a sufrir represalias, por el deseo de prosperar dentro del escalafón jerárquico…Currantes que defienden la ley aunque vaya contra ellos. Asumen la propaganda interna: empatizan más con el empresario que con quien pudieran establecer una relación de igual a igual. ¿Será por comodidad para el trabajador, adoptar una postura pasiva en el conflicto de manera que no sienta necesidad de luchar, pensar o cuestionarse su situación “porque la vida es así”? Y así acabar aceptando las leyes, la justicia, el empresario, etc, tal y como se le presentan.
 
Desaparece la conciencia y la lucha que había antes. El concepto de “clase obrera” se pierde en la llamada “clase media” desestructurada e individualizada. Es más, esa propaganda sistémica se cuela hasta tal punto en el imaginario colectivo de manera que incluso las personas trabajadoras no quieren identificarse con una “clase baja”. El sindicalismo ya no es entendido como organización en el trabajo para la defensa del grupo, quedando absorbido por el sistema, desgastado, vacío de contenido y a la venta. Todo parece apuntar a que lo mismo está ocurriendo con otras luchas: feminismo, ecologismo, etc. La mafia de las instituciones acoge y adopta todos estos términos de lucha a su discurso en forma de propaganda/publicidad trazando una línea muy estrecha en la que se sitúa lo “moralmente aceptable” frente a lo “radical anti-sistema”, llegando incluso a utilizar toda la fuerza represiva del Estado contra estos últimos.

 

lunes, marzo 19

Democracia: Dictadura de las mayorías


La democracia es un sistema de gobierno ejercido por las mayorías. Pese a que la democracia es adjetivada de muchas maneras como representativa, popular, parlamentaria, directa, orgánica, constitucional, real, socialista, obrera, etc., siempre es el mismo sistema de gobierno en el que la voluntad de la mayoría se hace ley, y donde para hacer efectiva esa voluntad existen medios de coerción para obligar a la minoría a acatar las decisiones tomadas por la mayoría. La democracia es, en definitiva, la dictadura de las mayorías, independientemente de dónde se produzca esa imposición: un parlamento, un foro público, una asamblea, un consejo, etc. La democracia es una forma específica de despotismo ejercido por las mayorías, de tal manera que para ella la voluntad popular es sinónimo de la voluntad de la mayoría. Sobre esto Ricardo Mella habló pormenorizadamente en su ensayo La ley del número.

La dinámica autoritaria de la democracia se retroalimenta a sí misma cuando en medios de la disidencia política y social se asume la lógica democrática, la lógica de las mayorías y con ella se impone la ley del número a la que se refirió Ricardo Mella. Ciertamente el sistema de dominación logra perpetuarse gracias a que sus sometidos interiorizan sus planteamientos autoritarios que son llevados a su práctica organizativa, de tal manera que las iniciativas de carácter autoorganizativo, con vocación autogestionaria y emancipadora, devienen en réplicas a pequeña escala del mismo sistema de dominación que aspiran a abolir. En caso de triunfar estas iniciativas, guiadas por ese mismo principio de las mayorías, no harían otra cosa que recrear bajo una forma nueva al actual sistema de dominación, y generar con ello nuevas relaciones de dominación que darían lugar a un nuevo régimen igual o más opresivo que el que le precedió.
Por desgracia todo lo anterior se ha naturalizado y normalizado en la práctica organizativa de una parte sustancial de los medios de la disidencia, hasta el punto de que la dinámica interna de numerosos colectivos obedece a la lógica de las mayorías, a la lógica democrática en la que una mayoría se impone y fuerza la voluntad del resto. Esto es cada vez más frecuente en asambleas de ateneos, centros sociales ocupados, sindicatos, grupos de afinidad, etc. Así se explica, al menos en parte, el mal ambiente que impera en el entorno del radicalismo político e ideológico, donde son habituales los desencuentros, las interminables luchas internas, las expulsiones (y excomuniones), las coacciones, la censura, la amenaza, el hostigamiento, el boicot, etc. Espacios en los que todo se resuelve con cada vez mayor frecuencia por medio de los dictados de la mayoría, lo que hace innecesario el debate, la reflexión y sobre todo el esfuerzo colectivo de intentar llegar a consensos que permitan acuerdos basados en la cooperación y no en la imposición.

La escasa formación ideológica y la falta de una cultura política junto a la ausencia de una experiencia en prácticas organizativas no autoritarias de no pocos militantes de la disidencia es, también, un factor explicativo de la deriva que ciertos sectores han tomado. Por esta razón es relativamente habitual encontrar a militantes que se manifiestan partidarios de prácticas organizativas democráticas, y consecuentemente son favorables a que las asambleas sean espacios a los que se va a votar para que la voluntad del mayor número se haga norma, y por tanto obligar a los que están en desacuerdo a acatar las decisiones adoptadas bajo la tan manida excusa de la responsabilidad, o de lo contrario atenerse a las consecuencias que puedan derivarse de su “irresponsabilidad”. El resultado es la formación de un entorno sectario en el que se exige la sumisión a la mayoría, donde no hay libertad ni para las minorías y mucho menos para el individuo. De un entorno de estas características, forjado a través de prácticas que recrean la misma dominación del sistema que nos oprime, nunca saldrá un mundo nuevo ni una humanidad nueva.

La práctica organizativa libertaria dista mucho de los planteamientos autoritarios de la democracia. Obedece a una lógica muy distinta que es la de la cooperación entre los participantes en las asambleas, lo que excluye la dinámica competitiva que se da entre mayorías y minorías. Las asambleas, lejos de ser espacios donde votar, son el lugar en el que se busca tomar acuerdos a través del consenso, lo que significa la integración de  los puntos de vista de todos los participantes en un acuerdo que resulte satisfactorio y eficaz. A los participantes de una asamblea es a quienes les corresponde determinar el modo de llegar a consensos con los que tomar las correspondientes decisiones en la forma de acuerdos. Si bien es cierto que los consensos pueden ser directos, cuando nadie se opone rotundamente a una determinada propuesta, también pueden ser indirectos cuando existe oposición y se requiere un proceso de reformulación de la misma para integrar los puntos de vista de quienes se oponen. De esta manera, cuando se llega a algún consenso, las decisiones finales de la asamblea cuentan con un grado de legitimidad que redunda en beneficio del propio colectivo al favorecer su cohesión. El objetivo no es que unos ganen y otros pierdan sino que todos los participantes ganen.

Como rápidamente puede deducirse de lo anterior la práctica libertaria requiere una actitud específica, orientada a la colaboración, la empatía, el debate y la reflexión colectivas, todo lo cual implica una serie de dificultades que para ser superadas exigen, a su vez, un esfuerzo. Y el esfuerzo implica dolor, pues significa asumir la existencia de opiniones o puntos de vista diferentes de los propios, que es preciso desarrollar argumentos en la defensa de la postura que cada uno defienda para confrontarlos con aquellos otros argumentos sobre los que se basan las opiniones contrarias para, así, tratar de llegar a un punto común que permita tomar un acuerdo satisfactorio para todas las partes. Se trata de un proceso que requiere paciencia y tiempo, además de respeto, empatía y capacidad de reflexión, todo lo cual entra en contradicción con las actitudes más comunes de la sociedad burguesa actual y su mentalidad democrática arraigada en la comodidad del mínimo esfuerzo, la inmediatez y la incomprensión del otro. La dinámica democrática no requiere mayor diálogo, como tampoco el esfuerzo preciso para ponerse en el lugar del otro, de aquel que opina diferente, lo que conduce directamente a la incomprensión, y con ella a la negación del que es diferente en tanto en cuanto las decisiones son tomadas por la mayoría que es considerada la única legítima, por lo que cualquier oposición o disidencia termina siendo inaceptable.

En muchas ocasiones se argumenta que el consenso no es factible y que esto exige recurrir al voto e imponer así la dinámica de mayorías y minorías. Lo cierto es que cuando el consenso no es posible existen otras alternativas distintas de la imposición que se deriva de una votación. A lo largo de la historia se ha comprobado que las votaciones, independientemente del ámbito en el que estas hayan tenido lugar, nunca han solucionado nada. Por el contrario en numerosas ocasiones las votaciones han contribuido a agravar problemas ya existentes o incluso a crearlos allí donde no los había. Así, cuando el consenso no es posible siempre cabe la opción de que cada parte se lleve su propia preferencia, y aún cuando esto fuera imposible porque las diferencias fueran irreconciliables, siempre está la opción de la escisión.

La práctica libertaria en el terreno organizativo se plantea ser la prefiguración del mundo nuevo que aspira a construir. Por esta razón en dicho tipo de práctica no tiene cabida la imposición que conlleva forzar la voluntad de la minoría para obligarle a acatar los dictados de la mayoría. La anarquía supone un orden basado en una convivencia no forzada, y consecuentemente donde impera la libertad tanto individual como colectiva ante la ausencia de medios de coerción. Si los medios que son empleados en la praxis organizativa no guardan coherencia con los fines perseguidos el resultado final será muy distinto del deseado. Nada cambiará si no cambiamos nuestros métodos organizativos, si estos persisten en reproducir los vicios de la sociedad burguesa, pues al no hacerlo simplemente demostraremos una contradicción entre el discurso y los hechos concretos, entre la teoría y la práctica, de lo que se desprende que sin la necesaria coherencia las ideas nunca son materializadas y los discursos sólo son palabras huecas.


Esteban Vidal

viernes, marzo 16

Complicidad

No sé si una mariposa que mueva sus alas en Hong Kong
puede provocar una tempestad en New York,
pero sí sé que en el precio de la gasolina ya va descontado
el costo de las bombas que caen en Irak,
sé que si tecleas en un ordenador comprar o vender
en el mercado de derivados financieros
los precios del arroz pueden subir en el otro extremo del mundo,
generando una burbuja que matará de hambre
y llenará de sufrimiento muchas casas,
sé que el éxito de mis bonos de Endesa
se cimentaron en el apoyo a la dictadura de Pinochet,
el despido de trabajadores fijos, la prohibición de los sindicatos,
el aumento de la jornada laboral y la subcontratación temporal,
sé que cuando compro acciones de Repsol
una selva virgen de Ecuador es destruida
y sus habitantes masacrados y expulsados de sus tierras originarias,
sé que cuando recibo los beneficios de Iberdrola
sus cifras pueden estar amasadas con el frío
de todos aquellos a los que se les ha cortado la calefacción,
sé que en los bonos del Santander,
la tasa de retorno bien puede engrosarse
con sus inversiones en la industria armamentística
y el negocio mundial de la guerra,
sé que cuando estreno móvil de quinta generación
una oscura relación se establece entre su funcionamiento,
el tráfico de coltán en la república Centroafricana
y la guerra que allí se ha cobrado ya millones de muertos,
sé que cuando meto mis ahorros en un fondo de pensiones
esos dineros pueden ir lo mismo a facilitar un ERE en mi empresa
para deslocalizarla y aumentar sus beneficios
que a la construcción de una nueva obra faraónica
que arrasará un parque natural en cualquier lugar del mundo,
sé que cuando compro una hamburguesa en un Mac’Donalds
un trozo más de selva amazónica desaparece para siempre,
que cuando me viste Inditex cierro los ojos a la explotación infantil
en el lejano oriente,
que no llegará ni al céntimo lo que el trabajador malayo
reciba del precio de las Nike que me calzo.
Sé que vivimos desconectados de nuestras acciones.
Sé que no podemos seguir viviendo en un mundo así.



Antonio Orihuela. Salirse de la fila. Ed. Amargord, 2017

martes, marzo 13

El panóptico universal


Creo firmemente que esta apoplejía (inmovilismo) social que padecemos desde hace una década no se podría sostener (en parte) sin que el sistema de dominación al que estamos adheridos no nos mantuviera constantemente en un estado de letargo debido a los narcóticos espirituales que nos ofrece a través de Internet; como la música, el cine o los videojuegos entre otros entretenimientos y diversiones.

Internet funciona como el gran panóptico universal donde todos somos inspeccionados de forma permanente. La vigilancia constituye la auto-vigilancia. El gran invento del siglo y quizá de todos los tiempos se funda en el control y la manipulación de la conducta. La conjunción individuo-máquina adquiere otra dimensión con Internet y abre una vía para un nuevo entendimiento de la vida en el hombre moderno. Internet hace del hombre un ser predecible al adquirir atributos de la máquina. El hombre se parece cada vez más a la máquina.
La interacción permanente con la máquina nos hace dependientes de ésta. Pasamos a ser sus esclavos. Las formas de evasión debidas a la monotonía y al aburrimiento inducidos (por el sistema) y auto-inducidos son cada vez más, canalizadas por el entretenimiento e Internet. El individuo está cansado de la sociedad y ésta de aquel. El nivel de tolerancia cada vez es menor, es decir, a medida que pasa el tiempo se nos hace más difícil soportarnos. Internet ofrece una vía aséptica en la que estamos a gusto con nosotros mismos.

El incremento del paro provoca todo tipo de estados patológicos, desde neurosis hasta depresión que deben ser tratados o con fármacos (drogas legales) o con otro tipo de substancias que equilibren nuestro estado emocional.

La Red actúa también como una droga que nos proporciona estabilidad, por lo tanto nos acaba sumergiendo en un estado catatónico de difícil solución si no hay más interacción con el prójimo. La cura debería ser la relación, pero una relación sana en toda su dimensión.


sábado, marzo 10

La teoría queer y el anarquismo

Con este artículo, repasamos someramente lo que ha supuesto en los últimos 30 años la teoría queer, con su permanente crítica de la construcción de una identidad sexual ajustada a lo que se considera normalidad social, ya que considera que en ella intervienen factores muy complejos a tener en en cuenta, y su innegable vínculo con un anarquismo siempre propiciador de que las minorías posean sus propios mecanismos de expresión

El término queer viene a significar en inglés "raro" o "extraño", pero que también se utiliza para referirse de modo despectivo a alguien diferente ("maricón" si se refiere a alguien gay, pero puede usarse para alguien simplemente con una conducta que se considera fuera de lo normal). La teoría queer, que tiene mucho que ver con la posmodernidad, considera que las identidades sexuales son en realidad construcciones sociales, por lo que no puede hablarse de que se encuentren instaladas en la naturaleza humana; se rechazan entonces las categorías universales e inamovibles (hombre, mujer, heterosexual, homosexual, transexual…), ya que parten de considerar lo heterosexual como lo aceptable y todo lo demás como anómalo. 


Por lo tanto, la teoría queer parte de cuestionar una sexualidad dominante que observa la realidad en términos duales enfrentados (hombre/mujer, heterosexual/homosexual…), propiciando mecanismos reguladores de lo que considera normal (lo heteronormativo) e ignorando la complejidad de los factores que intervienen en la construcción de la identidad sexual, donde lo político es también importante. En cualquier caso, la teoría queer recoge diversas interpretaciones de una sexualidad que observa como diversa, por lo que es importante comprender su complejidad; se trata, tanto de una crítica radical de la cultura imperante, pero también todo un movimiento social reivindicativo y emancipatorio, que se inicia en la década de los 80 del siglo XX. 

Hay así una doble vertiente: la teórica y la activista. Es importante que se comprenda la teoría queer como rabiosamente posmoderna, ya que realiza una permanente crítica a todo lo quiere entenderse como natural e inamovible.
Como hemos dicho, el término queer tiene en el lenguaje un uso peyorativo, estigmatizador y excluyente; el componente social tenía una gran importancia, ya que las personas que no se ajustaban a los cánones de la burguesía eran los más perjudicados e incluso aquellos homosexuales que adquirían cierto estatus se convertían en parte del engranaje del sistema para discriminar a otros (lesbianas, transexuales, negros…). Es más, hay quien considera que la teoría queer nace precisamente contra esa especie de "identidad gay" cada vez más extendida, que buscaba la respetabilidad y la normalización con valores obviamente conservadores como es la institución del matrimonio. Así, puede considerarse que el movimiento queer nace como respuesta a una doble exclusión: la que llevó a cabo la predominante en la sociedad, la normalizadora de lo heterosexual, pero también la que practicó una llamada "identidad gay", que igualmente se estaba imponiendo, contra aquellos movimientos radicales y antisistema que ponían en peligro su propia integración y legitimación dentro de la sociedad.

De esta manera, el concepto queer se despojó de toda connotación despectiva y adquirió su propio discurso reivindicativo propiciador de la diversidad. Como no podía ser de otra manera, encontramos a un anarquista como uno de los responsables de que el término queer adquiera unos tintes subversivos y reivindicativos dando la vuelta al significado tradicional de 'raro', 'extraño' o 'sospechoso'; se trata de Paul Goodman y su obra de 1969 The Politics of Being Queer. El movimiento queer tiene mucho que ver con el anarquismo, siempre preocupado por el reconocimiento de las minorías, excluidos a nivel económico y social, pero también con la dificultad para dotarse de sus propios mecanismos de identidad con el fin de expresarse activamente. Al igual que en las ideas anarquistas, en las teoría queer se propicia permanentemente la crítica, no se da nada por sentado ni se pretenden verdades definitivas; la identidad no es algo dado para siempre, algo estático, sino que se encuentra en constante movimiento. Recapitulando, la teoría queer considera que las categorías sexuales no son estables ni pueden unificarse fácilmente, piensa que la identidad sexual puede encontrarse en permanente cambio, ya que depende de circunstancias sociales muy concretas (se encuentra, por así decirlo, en constante construcción), y que los criterios para establecer las categorías sexuales deben ser cuestionados y refutados.

El vínculo entre lo queer y lo ácrata es obvio, ya que comparten presupuestos importantes como es la posibilidad de vivir sin una autoridad inmutable y sin relaciones de dominación. Si hay quien ha considerado que la reflexión queer ha puesto excesivo énfasis en la identidad personal y en el individualismo, ignorando algunas injusticias sociales, tal reproche no puede hacérsele al anarquismo cuyo objetivo es siempre la emancipación colectiva, aunque teniendo en cuenta siempre la libertad individual (pero no es simplemente "una forma radical de individualismo", tal y como sostienen algunos de sus críticos, algo que demuestra una notable ignorancia). El anarquismo, precisamente, trata de tener en cuenta todas las formas de discriminación, por lo que puede aportar a la teoría queer una ampliación de lo que se consideran excluidos sociales y una notable comprensión de lo que son las injusticias sociales de diverso tipo. Aunque no somos amigos de colocar prefijos y epítetos al anarquismo, sí hay que aceptar que la teoría queer tiene mucho que ver con el llamado posanarquismo. Los problemas que pueden surgir con la teoría queer, que recordemos nace asumiendo los presupuestos de la modernidad, son los propios de quien establece una separación radical entre anarquismo clásico y posanarquismo. Entre esas premisas ya inaceptables para la posmodernidad se encuentra la imposibilidad de establecer categorías universales, entre las que se encontraría también una teoría ética, algo precisamente objeto de crítica contra lo queer por parte de algunos autores. Aceptando esta permanente crítica a establecer un modo de comportarse universal, válido para todos los seres humanos del planeta, sí hay que conocer y validar el rico corpus anarquista para establecer relaciones sociales solidarias y cooperativas; tal vez, pueda verse como paradigmas locales con aspiraciones de ser universales, sin que intervenga mecanismo autoritario alguno. Eso es, también, anarquismo.



miércoles, marzo 7

Populismos y visiones libertarias

El sentido histórico del vocablo 'populismo', como amplia corriente de pensamiento emancipador iniciada en Rusia en el siglo XIX, tiene hoy una intención muy diferente; así, se trata de un término empleado con carácter peyorativo, habitualmente para acusar a otras fuerzas políticas dentro de la democracia electiva, pero que esconde el carácter elitista de todas y cada una de ellas, en abierta oposición a su significado original.

La sociedad posmoderna, sin demasiados asideros, nos depara unas cuantas sorpresas sobre el uso del lenguaje. Quizá el más significativo es el (irritante) neologismo conocido como 'posverdad', del que nos ocuparemos en otra ocasión, ya que resulta tremendamente significativo para el análisis que nos ocupa. Uno de los términos más usados, en el mundo político y mediático, es el del 'populismo', que parece haber perdido su significado original, más profundo y transformador, y ser ahora un apelativo de carácter peyorativo aplicado a ciertos fuerzas políticas a uno y otro lado del espectro ideológico. Vendría a ser algo similar a 'demagogia', es decir, la seducción constante de las personas (el electorado) mediante un discurso que aparentemente las favorezca, pero que al parecer sería irrealizable, una mera idealización. Ojo, estoy hablando del sentido despectivo que parecen darle ciertos 'sesudos' partidarios de un (supuesto) pragmatismo político, y que parece recoger de forma somera la Rae en su segunda acepción. En la primera, el diccionario alude sin más a cierta tendencia general a lo 'popular' en los diferentes ámbitos de la vida. No es casualidad, desde ambas acepciones (nada concretas y tendentes a la hipocresía), que la derecha española, en una indefinición ideológica incapaz de superar ciertas formas de fascismo, se acabara denominando Partido Popular.

 Volvamos al aspecto demagógico del populismo, que se quiere ver concretado solo en algunas fuerzas políticas, pero que consideramos rasgo de cualquiera de ellas que pretenda la conquista del poder. No hay que profundizar mucho para comprender que la democracia representativa se basa, en gran medida, en esa seducción permanente de las masas (un término igualmente peyorativo, pero para el caso que nos ocupa apropiado, ya que se pretende observar a las personas como un todo con poca o nada individualidad). Es decir, el sistema al completo estriba en la demagogia, en el populismo, en la seducción de las personas mediante promesas vanas, que quedan en agua de borrajas una vez conquistado el poder (matices aparte, que poco o nada influyen sobre el estado de la cosas). Según las diferentes sensibilidades de cada uno, por supuesto, uno será captado por un discurso u otro; desde promesas generales de trabajo para todos, hasta formas concretas de gasto social para impartir justicia o, en el otro extremo, bajadas de impuestos y estimulación de la iniciativa individual, de todo ello nada sabremos en el futuro, ya que todos los partidos actúan de forma bastante parecida una vez alcanzado el poder. Todo se promete, en forma de nuevas o viejas vías de seducción, para que todo siga más o menos igual en la sociedad de clases.

Sin embargo, dijimos antes que el término 'populista' tenían en origen un sentido revolucionario, socialista, incluso cercano a lo libertario en algunos aspectos, muy diferente. De hecho, resulta imprescindible conocer este movimiento para comprender lo que fue el anarquismo en la Rusia prerrevolucionaria, con el que se mostró en cierta simbiosis. El aspecto negativo hoy en día del vocablo no debe inducirnos a error, cuando hablamos de una corriente, llamada naródniki en ruso, de gran complejidad, que puede ser visto más como un pensamiento (plural, no un movimiento cohesionado) y al que podemos vincular nombres como Herzen, Chernisheviski, Mijáilovski o Lávrov. Por acotar, y de modo demasiado amplio, hablamos de un conjunto de iniciativas que tuvieron su punto de partida segunda mitad del siglo XIX en Rusia, con el objetivo del cambio social en el mundo del campesinado y, en general, de carácter socialista. Por supuesto, y al igual que ocurre con el anarquismo, la historiografía oficial (marxista o liberal) aporta distorsión, si no obvia, cierto hechos. Así, en el caso soviético, cuando estos eran los triunfadores, hicieron una distinción entre populistas buenos y respetables, aquellos que acabaron alineándose con la Revolución de 1917, y otros que no lo fueron tanto.

No incidiremos, aquí, en detalles históricos, para lo cual remitimos a la estupenda obra de Carlos Taibo, editado este año del centenario, Anarquismo y revolución en Rusia. 1917-1921. Para el caso que nos ocupa, un breve apunto sobre el populismo histórico, mencionaremos su intención como corriente de acabar con capitalismo, en algunos aspectos con un carácter abiertamente antiautoritario, con una crítica a las élites y primando la actuación de las clases populares, y atento a las especiales características de las realidad rusa, lo cual suponía cierto alejamiento del socialismo de Occidente. En definitiva, y a pesar de la complejidad de la corriente, y su ambivalencia en algunos casos (por ejemplo, la excesiva idealización de los campesinos, que tenían a la fuerza cierto vínculo con la reacción), los populistas abogaban claramente por la iniciativa del propio pueblo para que fuera el protagonista de su propia emancipación. Si observamos esos esfuerzos del populismo por propiciar la autogestión, por conciliar la libertad individual con el colectivismo, por no perder la perspectiva ética en las decisiones políticas o por la igualdad de sexos, no debe costar trabajo comprender su confusión con el propio anarquismo.

No es posible despreciar el populismo, como movimiento o, de forma más compleja, como pensamiento plural emancipador, ni su simbiosis con el anarquismo (o, si se quiera observar de forma más amplia, con "lo libertario"), algo tan despreciado por los soviéticos, cuya revolución tomó un rumbo autoritario opuesto, y por la historiografía liberal triunfante hoy. Hoy, como apuntamos a principio de este esto, el significado que se le da al populismo, no es que sea muy diferente, es que es el opuesto. Así, la fuerzas políticas que acusan a otras de populistas pertenecen igualmente a una élite, defensora de grupos privilegiados y partidarias de la vía estatal-burocrática en sus diferentes versiones (más liberal a día de hoy, pero que mantiene igualmente la sociedad jerarquizada de clases, estatal y capitalistas). Es decir, con sus diferencias de matiz, hablamos de lo opuesto a lo que defendía al populismo histórico: un minoría experta que pretende decidir lo que resulta mejor para las personas.

Se emplee o no el vocablo 'populismo', o se haga de forma peyorativa, las apelaciones a lo que es lo mejor para esa abstracción o idealización conocido como 'pueblo' son habituales (recordemos que la etimología es la misma). Sin embargo, el pueblo no es ninguna masa abstracta, no es un todo homogéneo que manipular, son individuos con deseos y aspiraciones muy concretos, que deberían decidir sobre sus asuntos. Es posible que el populismo histórico ruso, como parte del anarquismo, hiciera en algunos aspectos también una excesiva idealización sobre el 'pueblo', portador de cierta cultura que podría llevar a su definitiva emancipación. En cualquier caso, hoy en el mundo libertario no existe, o no debería existir, esa visión y nuestro análisis debería ser muy diferente. Lo que, desgraciadamente, sí existe en la actual sociedad posmoderna es esa permanente manipulación sustentada en el lenguaje. Las nuevas tecnologías, con la frivolidad de las redes sociales y su fortalecimiento de la sociedad del espectáculo, no ayudan para una profundización en las cuestiones sociales. Un escenario en el que se da una demagogia permanente del sistema electivo, que permite la ascensión de viejas o nuevas élite para conquistar el poder.



domingo, marzo 4

Cul de Sac: apuntes sobre el progreso y las nuevas tecnologías

https://edicioneselsalmon.files.wordpress.com/2017/12/culdesac1_tripas.pdf
https://edicioneselsalmon.files.wordpress.com/2017/12/culdesac_2-2015.pdf
Los números 1 y 2 de nuestra revista Cul de Sac, Apuntes para una crítica del progreso (Noviembre, 2010) e Internet y nuevas tecnologías: ¿la desposesión culminada? (Noviembre, 2011) están disponibles a partir de ahora para libre descarga (pincha sobre las imágenes para hacerlo). Ocasionalmente, se realizarán reimpresiones limitadas de estos números.

Y, muy pronto, estará listo el Cul de Sac #6: Los herejes italianos contra la máquina.

jueves, marzo 1

Obediencia


En estos momentos de dificultades
rememos juntos
dijo el rey desde su yate
a los ocupantes de la patera
que se hundía.

En estos momentos de dificultades
trabajemos más duro si cabe
dijo el señorito desde su caballo
a los jornaleros que se derretían
en la aceituna.

En estos momentos de dificultades
hagamos del ahorro nuestro lema
dijo el banquero desde el piso 35
a los estafados con las preferentes.

En estos momentos de dificultades
sacrifiquémonos todos como hizo
Cristo Nuestro Señor
dijo el arzobispo desde su palacio
a los que dormían entre cartones.

En estos momentos de dificultades
sea la credibilidad nuestra bandera
dijo el presidente del partido
a los millones de votantes burlados.

En estos momentos de dificultades
sea el compromiso nuestra contraseña
dijo el intelectual orgánico desde su cátedra
a los licenciados que emigraban.

En estos momentos de dificultades
golpeemos con más rabia si cabe
acordándonos de nuestros sueldos recortados,
dijo el comisario al antidisturbios.

En esto momentos de dificultades
sea la dificultad lo que nos haga más fácil
acabar con las dificultades
de quienes nos dicen que solo hay dificultades
cuando ellos son la única dificultad,
y acabando con ellos
veríais qué fácil se volvía todo
para los que únicamente conocieron la dificultad,
dijo el poeta o Cantinflas, quién sabe,
porque le iban a echar la misma cuenta,

en el mundo cambiado
que nadie quiere cambiar.



Antonio Orihuela. Pelar cebolla. Ed. Amargord, 2017